El juego que todos jugamos
La dicotomía de los sexos
Los
sistemas simbólicos son usados como instrumento de ordenamiento de conducta
colectiva, recreados por prácticas sociales que generan convenciones. Las convenciones
que se establecen en cada sociedad en relación a la construcción del género, al
ser descubiertas, nos hacen cuestionar porque conocemos de esa manera la
realidad, en específico: ¿Por qué se construye la idea de hombre y mujer?
“La
configuración de la identidad personal es un fenómeno muy complejo en el que
intervienen muy diversos factores, desde predisposiciones individuales hasta la
adquisición de diversas capacidades suscitadas en el proceso de socialización y
educación, pero sin duda un factor clave en la constitución de la subjetividad
es la determinación de género, eje fundamental sobre el que se organiza
la identidad del sujeto” (Rodríguez, 2006)
La posible respuesta a la
pregunta planteada se puede encontrar en un análisis cultural.
Existen argumentos que parten
de la Doxa, el discurso social como en el de las iglesias, las escuelas, las
universidades, entre otros (González, 2007); por ejemplo, la afirmación de que
Dios creo únicamente hombre y mujer otorgándole a cada uno características
específicas, por lo general esta afirmación, proveniente de la religión (filtro
por el que algunos conocen e interactúan con la realidad), no se cuestiona, se
da por verdadera inconscientemente, “siempre ha sido así y así será”.
Otros parten desde un argumento
biológico: es por naturaleza que todo ser vivo o es hembra o es macho por
poseer un órgano en específico (miembro genital) que le otorga esa facultad
física; ante eso habría también mencionar que en la biología se ha demostrado
que ciertas especies nacen con dos órganos o que muestran conductas que
nosotros consideraríamos anormales en relación al apareamiento con especies de
su mismo sexo, en fin.
Otro argumento (que se
desarrollará más por contener argumentos biológicos y psicológicos) es el de la
etología y es que encontramos maneras específicas de actuar de cada sexo que,
según Desmond Morris, podría revelarnos desde tiempos prehistóricos porque lo que
conocemos como mujer y lo que conocemos como hombre se fue codificando a su
accionar y percibir del mundo actual.
En
el mundo “salvaje” también existe esta diferenciación por cuestiones biológicas
¿pasará lo mismo con nosotros? Si es
así, en qué momento se empezó a codificar y a reforzar esta dicotomía, ¿qué ha
sido de la mujer sumisa y timorata en cuestiones sexuales?, ¿qué ha sido del
varón dominante y cazador sin escrúpulos?, ¿qué causas han determinado los
nuevos comportamientos sexuales y cuáles son sus claves? Desde el punto de
vista de Desmond Morris, la convivencia de los dos sexos en este mundo confuso
y revuelto puede verse como la historia de la lucha humana por alcanzar un
nuevo esquema de equilibrio e igualdad entre el hombre y la mujer.
Morris argumenta que las acciones simbólicas de
los autores de cada sociedad tienen un trasfondo común, aunque sean diferentes
las formas objetivadas de dicha cultura, el trasfondo universal e histórico
tiene que ver con la selección natural para la supervivencia o reproducción.
“El macho o hembra poseen un juego de señales de género
biológicas y es en la cultura, donde se encuentren insertos, donde estas
señales puedan ser suprimidas o por el contrario resaltadas e incluso
modificadas” (Morris, 1997), ya que una sociedad determinada posee
un repertorio de códigos que tienen la intención de comunicar algo al otro ,
sin embargo, el análisis también se puede abordar desde los procesos de
significación y comunicación de la cultura ya que los actores que realizan
estas formas simbólicas se interconocen socialmente.
Ese es el argumento que explica la existencia
de la dicotomía desde la etología estudiada por el zoólogo y etólogo Desmond
Morris pero el sociólogo Bourdieu nos dice algo diferente:
“No es
que las necesidades de la reproducción biológica determinen la organización simbólica de la división sexual del trabajo y, progresivamente, de todo
orden natural
y social, más bien es una construcción social arbitraria
de lo biológico, y en especial
del cuerpo, masculino y femenino, de sus costumbres y
de sus funciones, en
particular de la reproducción biológica, que proporciona
un fundamento aparentemente
natural a la visión androcéntrica de la división de
la actividad sexual y de la
división sexual del trabajo y, a partir de ahí, de
todo el cosmos” (Bourdieu, 2000)
Esta
dualidad construida por los actores sociales ha moldeado la manera en que el
sujeto se relaciona con el objeto y como a través de esa percepción se generan
otros conceptos, que sin esta dualidad de sexos no existirían (como la
discriminación de sexos, los roles de trabajo, maternidad, entre otros que sólo
son posibles cuando se construye la idea de los sexos).
Ya
vimos algunos de los argumentos que dicen cómo se va construyendo
(característica de la epistemología encantada: “una realidad que se sigue
construyendo en medida que el sujeto se relaciona con el objeto”) (Christlieb, 1993) la idea de dualidad
sexual y esta como se hace “cuerpo” (se vive) en el sujeto. Pero ¿Por qué se
construye así y no de otra manera? un posible acercamiento a esta pregunta
puede ser explicado desde la ideología marxista homologado a la concepción de
cultura (no olvidemos que este problema epistemológico pude ser examinado desde
un análisis cultural).
Desde
la tradición marxista la cultura es vista de otra manera, pondré el ejemplo del
vendaje de los pies de las mujeres chinas, una práctica cruel que consistía en
vendar los pies de la mujer desde pequeñas para que cuando creciera su pie se
quedará en su tamaño inicial otro ejemplo sería el de la lapidación, cuando una
mujer comete una falta a su cónyuge esta debe ser apedreada por toda la
comunidad. Cuando escuchamos prácticas diferentes a la de nuestra cultura nos
sorprendemos, nos maravillamos y deseamos su preservación pero ¿qué pasa con las
prácticas antes mencionadas? Más allá de ver que esa práctica se aborda desde
otra concepción (la oriental y no la occidental) que justifica su acción
también esa práctica corresponde a cuestiones de poder: el dominante
(varón) y dominado (mujer). La construcción del género puede corresponder,
desde la concepción marxista de la cultura, a cuestiones de poder, pues la
cultura es un instrumento de intervención y un dispositivo de poder.
Y
estas relaciones de dominado y dominante (que no siempre corresponden a que el
varón es el dominante y la mujer la dominada, puede ser viceversa: el
matriarcado, por ejemplo) son reforzadas inconscientemente por la sociedad,
como menciono un compañera en el foro de: “es entonces
cuando esos ideales se van aprehendiendo y así vamos formando a nuestra
sociedad inconscientemente.” (ELIZABETH, 2014) U otra compañera que argumenta como estos
procesos sociales se integran con el tiempo: “con este tema me surgió
relacionar la teoría funcionalista de Durkheim donde de acuerdo al
funcionalismo, los pensamientos, sentimientos son moldeados por el clima social
y van siendo trasmitidos mediante generaciones” (LILI, 2014)
Esta
diferenciación de géneros está arraigado en la cultura de la mayoría de los
diferentes grupos sociales, se crean códigos de conductas dependiendo a que
genero perteneces y estos modelos se adoptan inconscientemente, desde que deben
vestir, cómo deben actuar, que se deben pensar, que pueden ejercer, como se ven
a sí mismos, etcétera.
El punto es que ésta dicotomía, en nuestra
sociedad contemporánea, se refuerza con lo que JoengMee Yoon nos dice en su
investigación: los colores (rosa y azul).
Nos
dice el momento en que se originó esta idea y como se ha ido penetrando en las
sociedades hasta el punto de construir ciertas “reglas” o “convenciones” en
relación al uso de rosa o azul (juguetes, vestimenta, objetos, etcétera).
La
construcción de los sexos en reforzado por una serie de códigos sociales que se
construyen en una sociedad determinada y estas construcciones en relación a
formas simbólicas adquieren características de "convencionalidad" ,
esto quiere decir que cierto objeto u acción con significado "deben"
de ir acorde al contexto en el que se desarrollan. Los colores, por ejemplo, refuerzan la
dicotomía de los sexos: rosa para mujeres y azul para los hombres en nuestras
sociedades contemporáneas.
Los modelos y representaciones de masculinidad y
feminidad difundidos por las formas culturales hegemónicas de cada sociedad
según las épocas como el sistema educativo, discursos institucionales, prácticas de la vida cotidiana, el cine, los
medios de comunicación, los discursos literarios, históricos, etcétera, es
decir, todas aquellas disciplinas o
prácticas que utilizan en cada momento la praxis y la cultura dominante para nombrar, definir, plasmar o
representar la feminidad (o la masculinidad), pero que al tiempo que la
nombran, definen, plasman o representan también la crean, así que “la
construcción del género es el producto y el proceso tanto de la representación
como de la autorrepresentación”.(Lauretis,2000)
Esta
idea de que cierto color se relaciona con el género proviene del sentido común
.El sentido común genera conocimiento o explicamos la realidad mediante
experiencias sensoriales, que el sentido común es un filtro del cual vemos la realidad
y cuando se pone en práctica el conocimiento generado significa que nos estamos
moviendo mediante los parámetros o convenciones de los códigos sociales
planteados por el sentido común (lo convencional, lo esperado) todo ello en
contextos históricamente específicos y socialmente estructurados . El sentido
común posee las características, según Geertz, de ser natural, practico,
transparente, a-sistemático y accesible. Esto quiere decir que echamos mano de
este conocimiento al ser accesible, existe una "obviedad" en la
sociedad el pensar que solo existen dos sexos que así fue y que así siempre
será.
La
gente sigue estas convenciones, no porque “seamos borregos y lo seguimos por
moda” y deberíamos emanciparnos a la represión de las masas como lo argumenta
un compañero el foro (GABRIEL, 2014), es más bien por que
el sujeto las practica en función de cohesión con la sociedad, como contra
argumenta el profesor al compañero:
“Quizá sería más útil intentar comprender por
qué los seres humanos actuamos en conformidad con ciertas normas (que según los
científicos sociales, dan cohesión a una sociedad), pero también por qué es
factible, necesario y deseable que eventualmente existan ovejas negras. La
psicología social también ha mostrado hace tiempo que más que tratarse de una
cuestión de voluntad individual, las situaciones tienen el poder de hacer que
los individuos se comporten según determinadas circunstancias, que tienen que
ver con ser pertinente a la situación, o sea, no desentonar, para no quedar
marginado.” (EDUARDO, 2014)
Con
estas esquemas que estructuran se encuentran funciones orientadoras,
justificadoras, cognitivas e identificadora con la sociedad, como menciona una compañera: “nuestro contexto y las
creencias mismas de cada cultura son las que determinan lo que asociemos a cada
género” (REYES, 2014). Refiriéndonos a las
representaciones sociales, una manera de explicar desde la sociología como los
sujetos adoptan inconscientemente “esquemas estructurados estructurantes de una
sociedad”. (Bourdieu, 2007)
Para
concluir quisiera mencionar que esta forma simbólica (acción u objeto con
significado) al practicarse en una sociedad de una determinada cultura posee la
característica de dinamismo. En el caso de la asociación de colores por género JoengMee
Yoon decía que inicialmente se utilizaba el rosa para niños y el azul para
niñas, el rosa se consideraba un color más varonil y el azul celeste más
femenino. Lo que sucede aquí es que el significado de cada uno se
desplazó, es decir, que “se atribuye un nuevo significado a los antiguos
significantes (cambio por reinterpretación o resemantización)” (Montiel, 2005).
Estamos
en una sociedad que sufre cambios constantes por desplazamientos o
apropiaciones de símbolos o significantes, ya sea por hibridación, por reinterpretación,
por adicción, entre otros. Entonces, ¿cómo concebiremos en un futuro los
géneros?, ¿seguirá siendo reforzada por los colores, en específico el azul y
rosa? y sobre todo, si se experimenta un cambio en la asociación de colores
¿Habría cambio de ideas en relación a los sexos?
Ante
ese dinamismo de la cultura nosotros también “nos movemos”, pues al estar
insertos en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados,
somos parte del “juego”.
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